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La Agricultura Limpia es un concepto surgido en los años 80, pero es en realidad una práctica antigua, de uso corriente en los tiempos previos a la Revolución Verde. Con el descubrimiento y desarrollo de las moléculas químicas, la síntesis de sustancias que, mediante la eliminación de los enemigos naturales de los cultivos, auguraban una agricultura de calidad, superior productividad y aceleración de los ciclos productivos, permitió la siembra repetitiva de una misma especie en un mismo terreno.

Tanta belleza, sin embargo, constituyó un grave problema para la salud del planeta y los consumidores, afectando de modo irreparable los ecosistemas naturales, además de causar infinidad de riesgos para la salud humana.

El gran desafío que la actualidad nos plantea es la adopción de nuevos conceptos y prácticas de producción agrícola que permitan al agricultor mantener la productividad, niveles de calidad satisfactorios, rentabilidad y garantizar el menor impacto socio-ambiental posible.

La agricultura limpia, para algunos, significa volver a usar métodos antiguos, para otros es una gran innovación. Para el planeta y la preservación de los recursos naturales significa una oportunidad de revertir, aunque sea en parte, los efectos nocivos acumulados por tantos años de uso indiscriminado de plaguicidas químicos. Al evitar el empleo de agroquímicos se evita la perdida de especies benéficas, el desarrollo de resistencias por parte de las plagas y la posibilidad de bio-acumulación de sustancias nocivas que llegan al consumidor final. Una de las ventajas comerciales de esta forma de cultivo es la acogida por el público de productos orgánicos que representan un menor riesgo para su salud.

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